Por esta puerta que cerró el recinto
de Pamplona, fortín de Euskalerría,
salió Zamalacárregui un gran día
con las huestes del rey Don Carlos Quinto.
Ejército entusiasta y variopinto,
que al triunfo el Generaal conduciría,
al tiempo que su fama se extendía
del río Bidasoa al río Tinto.
Pero !ay, tras de la euforia que enajena
y al podio de la Historia le encarama,
el Azar aguafiestas le condena
a perder sin remedio en vulgar cama,
su batalla final con la gangrena
en la remota villa de Cegama.
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