lunes, 30 de enero de 2012

Argos

Cien ojos, divino don,
tenía el príncipe argivo,
precedente evolutivo
de la Santa Inquisición.
Hera, en celosa pasión,
encargó al inquisitivo
un cometido exclusivo
propio de un supermirón:
Cincuenta ojos en Io
debe poner, vigilante,
en continuo somatén.
Hoy, como está el mujerío,
dudo que sean bastantes
ni cincuenta ojos ni cien.

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