1 )En la mítica Corte del Rey Minos
florece el sabio Dédalo, un portento,
que deja, con la luz de su talento,
a los sabios cretenses en cretinos:
igual levanta templos que molinos,
que patenta un novísimo instrumento,
pues posee tal don para el invento
que a su lado en Japón son filipinos.
Un día le promete pingüe pago
el Rey, si, del del palacio en el recinto,
construye una prisión para un endriago,
una "cárcel modelo", algo distinto:
"Dejadlo de mi cuenta", dice el Mago,
y edifica, genial, el Laberinto.
2 )Pero pronto, !qué ingrata es la Corona¡
por los celos del Rey, cae en desgracia,
y se halla prisionero,-! tiene gracia¡-
en el tal Laberinto, él en persona.
Pero no se amilana ni acollona,
pues lo toma con flema y diplomacia,
y empieza a trabajar con pertinacia
en un plan para huir de la encerrona.
Monta unas alas, pues, con plumas de ave,
para él y su vástago Icarillo,
y las pega con cera: ya no cabe
ser más ducho, más práctico y más pillo,
y un día cualquiera,- el que sabe, sabe-
huyen volando del atroz castillo.
3 )Y se elevan, se elevan grácilmente,
lo mismo que dos cóndores andinos...
Ya se borran las casas, los caminos...
y aparece el océano imponente.
Pero Icaro, un niñato impertinente,
creyéndose divino como Minos,
desoye los consejos dedalinos
y sube demasiado el imprudente:
"!Eh, hijo-grita el padre-"no seas tonto";
no subas tan arriba, ten cuidado;
si te acercas al sol, caerás al ponto¡"
"!!Llegaré a donde nadie haya llegado¡¡",
le responde el zagal, cuando, de pronto,
la cera se derrite y cae en picado.
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