Sevil adulación y torva envidia
provocaba el ubérrimo tesoro
de Creso, legendario rey de Lidia
primero en acuñas monedas de oro.
Oyendo el rey de Persia estos alardes,
-no es bueno propalar la suerte propia-
movido de codicia, tomó Sardes
y a Creso se llevó y su cornucopia.
Pero en vez de matar al prisionero,
como era protocolo rutinario,
con astuto talento financiero,
le nombró Presidente del Erario.
Nunca en toda la Historia, nunca, infiero
se sacó más partido al adversario.
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