Con un disfraz de pedigüeño astroso,
vuelve Ulises a Itaca : la puerta
está al llorado ausente siempre abierta
y un perro duerme en el zaguán umbroso.
" Argos", le llama Ulises ; del reposo
despierta el chucho con la oreja alerta
reconociendo al punto que despierta
a su dueño en aquel menesteroso.
Le lame las sandalias, le babea
la mano aún salitrosa de las olas,
ladra con fruición, caracolea,
se deshace en respingos y cabriolas...
y es tal su excitación y su alborozo
que el viejo chucho morirá de viejo
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