Damocles, el pelota cortesano,
del incensario laudatorio abusa :
" Qué bien vives, oh Rey de Siracusa,
" Qué bien vives, oh Rey de Siracusa,
envidiables es tu trono, gran tirano ".
Este es el ditirambo cotidiano
fruto de la ignorancia más obtusa,
jabón que no infatúa ni engatusa
al sabio mandamás siracusano.
De tanta adulación al fin molesto,
renuncia por un día a la realeza,
poniendo al lameculos en su puesto :
No gozará Damocles del festín
No gozará Damocles del festín
pues ve aterrado sobre su cabeza
una espada colgando de una crin.
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