Tres Catalinas, tres, Juana y dos Anas,
seis esposas Enrique octavo tuvo,
y de ninguna de las seis obtuvo
hijo varón de sus reales ganas.
Por críticas o bulas vaticanas
la lujuria real no se contuvo,
nunca un monarca más lascivo hubo,
ni mayor promoción de cortesanas.
El sátiro real quería a todas,
como tenorio infiel, amante falso:
pronto, tras el boato de las bodas,
el repudio venía o el cadalso,
y sodomizaría hasta el demonio
por tener un varón del matrimonio
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