Un puñado de heraldos de Darío,
las ciudades de Grecia recorrían ,
"agua y tierra" pidiendo en pleitesía
y sumisión al persa poderío;
una tras otra, sin decir ni pío
al bárbaro invasor se sometía,
y "agua y tierra" al tirano prometía,
aceptando extranjero señorío.
Llegó la comisión al fin a Atenas,
que rechazó orgullosa las cadenas,
y aún hizo más la inquebrantable Esparta:
al ver del persa la ominosa carta,
al ver del persa la ominosa carta,
¿"agua y tierra queréis"?- les preguntaron-
ambas tendréis; y a un pozo los echaron.
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